Paramahamsa Vishwananda nos recuerda regularmente la importancia del Bhagavad Gita. Una vez al mes compartiremos ideas sobre el Bhagavad Gita para ayudaros a aprender y vivir sus enseñanzas. En la publicación de hoy, nos centraremos en el capítulo 7, verso 26.
Oh Arjuna, Yo conozco a todos los seres que han venido antes, a los que están aquí ahora, y a aquellos que aún no han venido; pero a Mí nadie me conoce.
Bhagavad Gita, 7.26
Cada año que pasa, desde la perspectiva de la mente, la declaración de Krishna de “nadie Me conoce” parece ser más cierta. Para los devotos de Bhakti Marga, Paramahamsa Vishwananda, por supuesto, no es diferente de Krishna. Este verso, realmente tiene que ver, sobre todo, con Él. Él nos conoce a todos muy profunda, perfecta e íntimamente. A menudo nos revela partes de nosotros mismos que ni siquiera sabemos que tenemos o que al menos no entendemos, o no sabemos por qué somos así. En cambio, cuando tratamos de conocerlo a Él, de comprender Sus palabras, acciones, planes e intenciones, nos parece un esfuerzo inútil.
En Su comentario, Paramahamsa Vishwananda dice: “Cuando el Señor se manifiesta en este mundo, extiende Su maya sobre Sí Mismo y permanece oculto; Él se cubre perfectamente con Su propio yogamaya, que lo envuelve como un chal”. A veces sentimos como si nos estuviéramos acercando a la comprensión, casi atisbando tras el ‘chal’ de maya, pero luego Él hace algo tan alejado de nuestras expectativas, que ¡volvemos al punto de partida! La mente se siente frustrada y temerosa porque, en última instancia, estamos en una relación con alguien impredecible, aparentemente espontáneo e incomprensible. ¡Esa mente que anhela el control, la comprensión y la lógica, no puede imaginar una experiencia más incómoda!
Para reducir este miedo y ansiedad, la mente a veces lo limita a alguien humano, alguien comprensible, esperando que Él se ajuste a las convenciones humanas de comportamiento. Pero Él dice: “Aunque me manifieste en una forma humana, aunque me limite en esta forma delante de ti, todavía soy el Supremo”. Cuando nuestras mentes están en desacuerdo con la realidad de la situación, entonces, ¿de qué sirve eso? Nuestra mente quiere ver una cosa, pero la verdad es otra, así que algo tiene que cambiar. Y ahí nuestra buena estrella hace que, por Su gracia, seamos devotos, y como tales comprendamos que hay otra inteligencia, la del corazón y el alma, y lo más importante, que creamos en la superioridad de estos sobre la mente.
Por ello, Paramahamsa Vishwananda dice: “Aquellos que se entregan; los bhaktas que tienen fe; los que anhelan conocerle; los que quieren salir de la ignorancia; los que tienen devoción y amor; los que están libres de juicio; libres de criticar al otro, libres del engaño, devotos así, tienen un atisbo de Él. Ese devoto conoce un poco de Él. Y ese pedacito en sí mismo lo es todo porque su ‘conocimiento’ no está en la mente. Ese conocimiento está en lo profundo de su corazón, en su consciencia, en su alma misma”. Aquí vemos que el bhakti es la clave. No significa que lo conozcamos con la mente; de hecho, es imposible y cualquier intento de hacerlo solo nos confundirá y perturbará enormemente. Podemos vislumbrar lo que se esconde detrás del velo de maya a través de nuestro amor sincero, nuestra fe y nuestro anhelo de conocerle verdaderamente en nuestros corazones. Paramahamsa Vishwananda nos dice que este atisbo lo es todo. Es una visión y un conocimiento de nuestro corazón, de nuestra alma, y ahí sí quedamos plenamente satisfechos.
No deberíamos intentar comprenderlo con nuestra mente. Fracasaremos, perderemos el tiempo y correremos el riesgo de sufrir mucho dolor y malentendidos en el camino. Esto no quiere decir que no debamos aprender Sus enseñanzas, después de todo, éstas están destinadas precisamente a nuestra mente. Quiero decir que no deberíamos, y no necesitamos, conocer Sus pensamientos y Sus planes, estos están destinados a “Su mente”. Al contrario, deberíamos apegarnos a Él con nuestro corazón, sentirlo ahí y si ese deseo es verdadero y lo suficientemente profundo, entonces el atisbo que recibiremos será lo más reconfortante que podamos imaginar y la fuente de nuestra verdadera felicidad y satisfacción.